Por sus características geográficas, la Patagonia Argentina no ha podido escapar con facilidad a la omnipresencia del paisaje. Los horizontes interminables, el vasto mar, la naturaleza pujante, lagos, ríos y montañas eternas convocan con insistencia la mirada, reclaman el reconocimiento de su triunfo sobre el tiempo y su necesidad para todo lo que vive.
Sin embargo, esa relación esencial no es absolutamente determinante en la obra de los artistas de la región. Si bien es cierto que el paisaje es uno de los recursos que muchos de ellos utilizan, no es menos cierto que su producción escapa a la superficialidad que muchas veces induce aquél. Las miradas que sólo se detienen en la belleza natural, que no se proponen otra cosa que transmitir la vitalidad orgánica de un mundo de formas esplendorosas y armónicas, no hacen sino sumarse al cliché visual con que se mercantiliza ese territorio para transformarlo en un mundo de imágenes estereotipadas listas para el consumo inmediato; imágenes que, parafraseando a Clement Greenberg, “no pretenden pedir a sus consumidores nada más que su dinero, ni siquiera su tiempo”.
Bien por el contrario, la experiencia estética exige un tiempo, que no es sólo el tiempo de la contemplación sino también el de la reflexión y la pregunta. Hay un más allá de las imágenes que tiene una existencia ajena a la de la mera representación, que se sumerge hasta el concepto, y este territorio es el que exploran los artistas de esta exposición.
Miradas Australes propone un recorrido por la fotografía de la Patagonia Sur desde una perspectiva netamente contemporánea. Escapando a estereotipos y clichés, los artistas reunidos en esta muestra prefieren indagar en los aspectos menos evidentes de la zona, en su cartografía e historia, en sus signos y entornos urbanos.
Bettina Muruzábal recurre a una técnica para posar su mirada en otro de los tesoros australes: su fauna, y en particular, uno de los animales más característicos y centrales en la economía de la región: la oveja. El tratamiento privilegia las composiciones ascéticas y despojadas, en una voluntad minimalista que la acompaña a lo largo de toda su obra. El tema es recurrente: la artista lo ha desarrollado también en instalaciones y objetos. En todos los casos hay algo así como una transmutación estética que torna al animal doméstico en instrumento y forma del trabajo artístico.
Rodrigo Alonso